top of page

SUBJETIVIDAD ACORRALADA

 

Lic. Maria Casariego de Gainza

                                  

No podemos dejar de pensar que la problemática de la salud mental está profundamente ligada al momento histórico que nos toca vivir, es en  el marco histórico-social el ámbito donde el sujeto será una referencia particular.  No nos resultan suficientes aquellas teorías que trabajan lo intrapsiquico, descartando este punto de absoluta determinación para el sujeto que  es el paradigma del mundo en que vivimos. 

Los tiempos actuales atraviesan las subjetividades generando consecuencias que como, psicoanalistas no podemos dejar de lado. Pertenecemos a un tiempo que es el eterno presente, que congela el devenir, generando una fragilidad de los vínculos humanos e instala un sentimiento dominante de inseguridad, desconfianza  y vulnerabilidad frente al otro. Situación facilitada por la fragilidad de los lazos solidarios, el otro queda tipificado como extraño y desconocido, portador innato de  incertidumbres. Es un tiempo sin tiempo, de la rapidez. la inmediatez. El tiempo es hoy, la eterna juventud, la negación de la 

castración. Sujetos completos o que serán completados por la ciencia y la tecnología, en un intento fallido de transformar el goce en deseo. Será a través de cuerpos siempre jóvenes narcisizados que  se desmentirá la historia y el paso del tiempo.

Se captura el deseo. Lo importante serán los objetos  no los sujetos. Estos sujetos narcotizados mediáticamente serán los objetos que la sociedad de consumo usará y descartará luego de usarlos.

Pertenecemos  a un momento histórico que renuncia  a la memoria, a la capacidad de historizar -se, de pensar –se. Las diferencias se borran, o al menos intentan borrarse, somos ciudadanos de un mundo que no nos ampara. Los lugares son “no lugares”, para que podamos sentirnos siempre como en casa o que finalmente ningún lugar nos represente. Lo diferente es persecutorio, ataca esta vulnerabilidad subjetiva.

 Se construyen vínculos virtuales, sin rostros, de miles, que subsume al sujeto en un vacío en donde estos “miles” son nadie. Facebook nos informa que miles de amigos esperan por nosotros, Twitter nos asegura que tenemos muchos seguidores que ni sabemos quiénes son, ni ellos saben que siguen, sólo importa la cantidad,  sin embargo estos  sujetos están  cada vez   más solos, más incomunicados, más aislados  

Estamos en una vidriera donde somos observados en nuestra intimidad por quien quiera, sin embargo no es una mirada que mira libidinizando al otro, es una  otra mirada, intrusiva que al mejor estilo perverso expone, delata Hoy las personas no se miran, no se perciben, solo  se exponen, se muestran con una ligereza donde la imagen nos determina.

Somos lo que parecemos, la imagen es quien nos dará cuenta de la realidad. Los medios nos dirán lo que pasa en la realidad: si pasa allí, pasa…sino todo es puesto en duda. El mundo “real” es construido troquelado con imágenes impuestas, fragmentadas, puros recortes,  que intentan imponernos  en  qué mundo vivimos, que nos dan los parámetros de que debemos ver, desear, conquistar etc. De esta manera el deseo se ha colectivizado 

por imposición, transformándose en mandato, se convierte en “nuestro deseo” al 

imponerse desde lo mediático, nos encontramos luchando y sosteniendo deseos de los cuales no podemos dar cuenta, no nos son propios.

En medio  de este vacío existencial, la esfera comercial lo impregna todo, las relaciones se miden en costo- beneficio. Los vínculos entran en esta rueda convirtiéndose en situaciones de mercado. Es frecuente escuchar la palabra conveniencia para determinar lo positivo o no de una pareja, de un vínculo. La lógica del mercado ha atravesado los vínculos, el amor es flotante sin sostén, sin compromiso uno por el otro. Nos encontramos con sujetos que no tienen  pérdida de objetos, porque no tienen objetos de amor a perder, no hay duelos, se desmiente el impacto que es capaz de producir la afectividad del otro

Así como el consumo es masivo, indiscriminado e inmediato, sin capacidad de espera, el amor no escapa a esta lógica moderna.

Desde el momento que  hablamos más de conexiones que de relaciones, de contactos más que de vínculos vemos que  la cualidad no surge como sostén, allí está la cantidad, cuanto más mejor, tiempos de excesos, no metabolizable para el aparato psíquico.

 La realidad que tenemos es que el sujeto solo frente a una pantalla cree y crea la 

sensación que esta con muchos, que comparte, que tienen un pensamiento en común “La introspección  es reemplazada por una interacción frenética y frívola que expone nuestros secretos más profundos al lado de nuestra lista de compras(…) Los celulares ayudan a estar conectados a los que están a distancia. Los celulares permiten a los que se conectan…mantenerse a distancia” ( Z. Bauman.” Modernidad liquida”,))Con  este concepto vemos que la distancia no es obstáculo para conectarse, pero conectarse no es obstáculo para mantener la distancia, la proximidad virtual mantiene una distancia corporal. Un aislamiento de las personas Me parece que en este punto es importante aclarar que la idea no es  hacer responsable del retroceso de la proximidad entre los sujetos al avance de la tecnología, ni  a los artefactos electrónicos. 

Poco a poco las personas se va alejando del contexto social : primero fue en sus casas, luego en sus habitaciones y podemos asistir hoy a que cada miembro de una familia esté conectado en distintas computadoras en un mismo hogar sin mantener comunicación.  

La deseada intimidad familiar es atravesada por la incesante presencia de celulares, televisores, pantallas de todos los tamaños y capaces de todas las funciones, que emiten ruidos, distraen, capturan desde  los distintos aparatos tecnológicos  a sus miembros. 

Relatare a modo de ejemplo una pequeña viñeta,: A mi consultorio llega una paciente, M. adolescente 19 años con serias dificultades para transmitirle a su madre algunas de las cosas que necesita del vínculo,  me dice: “ Hable con mi madre de lo que veníamos trabajando:::”, a continuación me extiende una hoja para que mire, sorprendida tomo conciencia que es la charla impresa que mantuvo  con su madre por Internet, cuando le pregunto dónde se hallaba su madre  en ese momento, me entero que  estaba en la habitación de al lado a ella. Cada una sola en su computadora, tratando de decirse cosas 

que sentían, no encontrando las palabras, incomunicándose en una  conversación cibernética que carecía de la presencia de los cuerpos,  de la afectividad de las palabras, no dejando lugar para que como corolario de esta conversación, intensa, surgiera el abrazo compartido. Allí el afecto se hacía presente en la ausencia, dejándole la  palabras a mi paciente que describió muy bien lo vivido: “me dejo sabor a nada…” ¡ Cuanta nada ocupando tanto espacio, cuanto tiempo dedicado a tanta nada!

En una escena de la vida cotidiana que todos estamos acostumbrados a observar: Adolescentes sentados en un bar , tres, cuatro, todos con sus celulares, sin hablar entre ellos pero comunicándose con los teléfonos entre sí, sin mirarse, sin hacer de ese , un momento de encuentro verdadero, muchas veces jugando juegos solitarios en las Cada vez más la sensación de vacío se apodera de la existencia, es frecuente escuchar la muletilla “ nada” para decir….por ejemplo,” estoy bien, nada…”¿ de qué habla este “nada”?, ¿es  dificultad para dar sentido?, o ¿nos da cuenta de la anestesia emocional?, 

Me parece que no hay que pensar en una u otra sino en ambas, las palabras han perdido su carga en el decir, el afecto ha quedado despegado de la representación generando unefecto de anestesia, nada conmueve, nada genera pasión. Despojada de la emoción, la comunicación pasa a tener un efecto paralizante, no hay mucho que decir, no se sabe cómo decirlo y no hay un sujeto que sostenga ese decir, ni otro que se ofrezca a escucharlo ¿Que nos queda a los seres humanos? Pues bien, parece que estar hipnotizados y  son varios los narcóticos que colaboran para este efecto.  La cultura se encarga de suministrárlos: Los medios juegan un papel muy importante, dando pautas, 

marcando modelos, generando ilusiones. Por su  parte, la sociedad de consumo otorga satisfacción instantánea, recetas fáciles, soluciones rápidas  que no requieren gran esfuerzo de pensamiento, están ahí, al alcance de la mano. Otros lo pensaron por nosotros, justamente para que nosotros paralicemos nuestra capacidad de pensar Hay cosas, muchas cosas, objetos que intentan reemplazar al afecto y  la palabra, hay mucho marketing en juego y  lo peor, es que lo logran. Hoy el dilema postmoderno no es ser o tener, sino pertenecer. El dilema se da entre la exclusión y la pertenencia. Sujetos atemorizados por quedar excluidos serán capaces de cualquier cosa por pertenecer,  serán capaces hasta de  alienarse en el consumo.

 La anestesia emocional genera un vacío que será necesario llenar, esta cultura 

colonizadora ya lo pensó, ya pensó que hacer con estas subjetividades vaciadas que caminan  por el mundo robotizadas. Este agujero en el ser es llenado por un mercado que ofrece un consumo que se presentaran como  imprescindibles para nuestra supervivencia. 

Nos distrae nuestra existencia contándonos las cantidades  de objetos que 

necesitábamos y no sabíamos, tan descartables como el mismo sujeto.

 Asistimos impactados a fenómenos televisivos como “Gran hermano” devenido  y no por casualidad nominado reality show, o sea un espectáculo que da cuenta de alguna realidad del mundo circundante,  de allí su éxito de audiencia.¿ Qué es lo que genera tanto interés en los espectadores?, escenas patéticas, exhibicionismo, pobreza en el lenguaje. ¿Con que se identifica el televidente? Con la realidad que nos proponen, que no es muy distante del mundo que habitamos, esa realidad es la exclusión. La condición del juego es tratar de permanecer, de cualquier manera, haciendo lo que sea necesario, las condiciones del mercado son las mismas: todo débil debe ser excluido.

La hipnosis mediática puede ser pensada como instituyente de esta subjetividad moderna. 

En nuestros tiempos el primer organizador no es la diferencia sino la identidad, lo social se hace narcisista por la masificación de los individuos, la banalidad es un concomitante del aislamiento y la masificación, todos consumen lo mismo. Cuestión que captó muy eficazmente la propaganda “pertenecer tiene sus privilegios” y se hará todo por pertenecer aunque  en el camino, se arrase el deseo. El desencuentro en que se hallan 

las subjetividades, es reemplazado por una ilusión de estar en lo mismo, de compartir algo que reemplace, desmintiendo,  la incapacidad de vincularnos. Somos todos los mismo porque consumimos lo mismo.

Ante este panorama el psicoanálisis resulta tan revolucionario como lo fue en 1895. 

Rompe paradigmas, instala lugares. El espacio de análisis es un lugar, discriminado, recortado en contraposición con los “no lugares”. Es un espacio de  encuentro donde hay dos subjetividades trabajando y pensando en una de ellas. Se prioriza el pensamiento y se convoca al afecto como manera de dar sentido. Se le otorga a la palabra toda su eficacia. Las vivencias tendrán una carga que se cualifica para que deje de ser pura cantidad desbordando el aparato. La propuesta será de un tiempo historizado donde solo desde un ayer será posible construir un mañana. La memoria, el recuerdo darán cuenta de una historia, de un sujeto. Se instalara el pensamiento para terminar con la urgencia y 

la inmediatez Se intentara romper la especularidad y desde la discriminación de la diferencia rescatar la subjetividad como única e irrepetible. Se rescatara al sujeto de la cosificación propuesta por el mercado, haciéndose consciente de su deseo y responsable de él. Serán los vínculos intersubjetivos las reales redes de sostén y pensar al otro como semejante como la única manera de subjetivación posible.

 Tomando las palabras de Freud cuando dice: “Solamente el amor ha actuado como factor de cultura”. Tanto en el desarrollo de la libido del individuo, como de la humanidad en su totalidad, en el sentido de un pasaje del egoísmo al altruismo. Ya desde el Proyecto Freud rescata al otro como primordial, nos dirá: “La pérdida temida del sujeto es la perdida de amor del otro”. Solo una subjetividad acorralada puede desmentir esto.

Estamos a tiempo para trabajar arduamente en contra de esta modernidad 

tanáticamente triunfalista, escuchemos y démosle sentido a las palabras con las que nos advirtió , Gidden Krishmamunti:  "No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”

bottom of page