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La huella de los vínculos primarios en el núcleo de trauma

 

  Lic. Maria Casariego de Gainza

“He experimentado de todo, y aseguro que nada es mejor que

estar en los brazos de alguien que amas”.( John Lennon)

 

Odine de 64 años se encontraba caminando a unas cuadras de  AMIA en el momento que estalló la bomba, 18 julio 1994, tuvo lastimaduras leves que solo pudo reconocer muchas horas después de lo ocurrido. Llego a la consulta en un  estado de shock  visible, se presentaba asustada, desconfiada, profería palabras que no lográbamos entender y de las que ella se sorprendía al emitir. Con el transcurso de las horas empezó a expresarse más claramente, los sonidos desconocidos para mí se transformaron paulatinamente en palabras dichas en Idiche. Esta situación  la angustiaba mucho ya que ella decía que no sabía hablar en ese idioma. Recurrimos a una traductora nos ayudó a entendernos, sin embargo lo curioso continuaba siendo que Odine decía desconocer el Idiche, mientras lo hablaba correctamente.

El acontecimiento traumático provocará una demanda para el organismo, dependiendo del contexto biopsicosocial del sujeto, los mecanismos de adaptación serán suficientes o insuficientes para poder conseguir una estabilización en un determinado lapso de tiempo y a un determinado costo para esa persona.

El impacto de un trauma puede durar desde algunos segundos hasta horas, días o meses; puede ocurrir en forma única (accidente de tránsito, bomba etc.) o reiterada (combate, maltrato infantil intrafamiliar, etc.), podrá tener consecuencias físicas, psicológicas y sociales tanto a nivel individual como colectivo (las que pueden aparecer de inmediato o a largo plazo) y pueden originar las más diversas manifestaciones clínicas que van desde síntomas emocionales aislados hasta un cuadro psicótico.

 Las diferentes respuestas psicológicas estarán en función del significado que adquiera el hecho traumático, lo que dependerá de la interacción entre el tipo e intensidad del acontecimiento traumático, la biografía del sujeto, los factores biológicos y el contexto social.

En este sentido, subrayo la idea que lo traumático no se caracteriza necesariamente por el evento en sí mismo sino por la combinatoria entre la potencia traumatogénica del mismo, por su cualidad violenta, y la imposibilidad del individuo de procesarlo, asimilarlo e integrarlo en su psiquismo.

El individuo afectado no puede representar psicológicamente aquellos estímulos que han irrumpido en su psiquismo. Esto significa que no encuentra las palabras adecuadas para verbalizar lo sucedido, que no puede recordar determinados fragmentos del acontecimiento perturbador, o que su mente dispara cantidades de recuerdos fragmentados ya sea en forma de imágenes o sensaciones que no pueden ser articulados en una narrativa bien armada o del todo inteligible, que no puede darle figurabilidad psíquica a sensaciones y reacciones somáticas que surgen al recordar el o los acontecimientos.

A Odine le llevó varios meses poder empezar a hablar de su historia, la magnitud  de lo que había acontecido no permitía historizar más allá de lo ocurrido. El presente se imponía en cada momento. Paulatinamente pudimos adentrarnos en quien era ella, más allá del acontecimiento traumático que había padecido.

Los pacientes, en general, luego del episodio traumático, comienzan a aislarse socialmente y evitan conversaciones en torno a su situación traumática o temas relacionados. La respuesta general de los pacientes ante los estímulos está reducida, al igual que la capacidad de expresar emociones, "embotamiento emocional". El recuerdo específico del episodio traumático deviene  en algún tipo de amnesia que pueda traducirse en  defensas disociativas. Algunos de los fenómenos disociativos que pueden presentarse como reacción aguda al suceso traumático,son la despersonalización, la desrrealización, diversos trastornos de la percepción. En ciertas oportunidades el paciente presenta síntomas disociativos como amnesia total o parcial del episodio, con lo que atenúa los efectos emocionales del trauma.

En Odine el “ser hablado” como ella se refería a expresarse en un idioma “desconocido”, no poder expresarse en castellano, pero si, hacerlo en idiche fue una disociación que la alejo de su hoy y la traslado a su infancia; al poco tiempo cuando pudimos ir adentrándonos en su historia cobró este dato  un sentido revelador. Relató que vino a la Argentina desde Israel al año y medio de vida, allí vivía  con su madre y abuela, decía no recordar nada de la abuela, ni de su pasaje por Israel, sin embargo por los relatos de su madre sabía que esta abuela  había sido una persona muy importante en su vida, un sostén emocional.

Luego de varios días, fue recuperando el castellano y mostrando su desconcierto sobre sus expresiones en Idiche, decía “siento que alguien hablaba en  mí, no era yo “me relata  que en los momentos más desconcertantes, de mayor angustia  que había vivido, cantaba una canción  (que no sabía de dónde había salido) pero que  cantarla,  la calmaba mucho.

Conversando con su madre pudo saber  que ésa era una de las canciones que su abuela le cantaba para dormirla y calmarla

La desorganización de su aparato psíquico frente a la magnitud  de lo acontecido regresionó  a aquellos “espacios mentales” que le representaban seguridad, ese espacio eran las palabras dichas por su abuela materna. Su mente en el momento de fuerte inseguridad y terror, la llevo a recuperar esas imágenes mnémicas de la palabra y lengua de su abuela, contenedora y tranquilizadora, como si volviera a ser una niña de un año y medio

 

La Teoría del Apego ofrece un provechoso punto de partida para comprender el impacto del trauma. El trauma activa el sistema de apego, como lo señalara John  Bowlby; el trauma inhibe la exploración y activa los lazos afectivos. Nos sentimos angustiados y queremos que nos abracen

Según Fonagy , el infante ajusta sus emociones monitorizando las reacciones del cuidador que le hace de espejo, asignando significación a lo que le pasa.

La capacidad de mentalizar surge de las experiencias interpersonales tempranas, en particular de las vividas con los objetos primarios de apego, ya que la experiencia de poseer una mente o un self mentalizante no es un dato genético, sino que su desarrollo depende de la interacción con otras mentes (la de los padres o cuidadores), que es necesario que  posean, a su vez, una adecuada capacidad de mentalización, a los efectos de que las habilidades mentalizadoras del niño se desarrollen adecuadamente

 

Así, el niño que posee un apego seguro, con figuras de apego sensibles a sus necesidades y que poseen ellos mismos una elevada capacidad mentalizadora, tiene las mayores posibilidades de generar, a su vez, un elevado funcionamiento reflexivo.

La vivencia traumática en tanto hecho, no es lo traumático sino la dificultad del individuo para mentalizar el hecho traumático producto de reiteradas fallas parentales en el reconocimiento del self.

En este contexto la mentalización no es sólo un proceso cognitivo, sino un proceso en el cual la regulación afectiva tiene un rol fundamental, siendo ésta un preludio de la mentalización. Es así como una vez que la mentalización ha ocurrido, se transforma la naturaleza de la regulación afectiva, surgiendo la llamada afectividad mentalizada que consiste en una capacidad madura de regulación afectiva que permite descubrir los significados subjetivos de los propios estados afectivos.

Está científicamente demostrado que el establecimiento de un apego seguro es la garantía mayor para generar la cadena de eslabones que culmine con el ansiado logro de la fortaleza emocional, consecuencia directa a su vez de la buena regulación emocional

Una historia de apego seguro incrementa las chances de responder al trauma de maneras relativamente adaptativas. La teoría clásica del apego  sostiene que los patrones relacionales se establecen en la infancia y son actuados en el desarrollo posterior

La capacidad del niño para representar estados mentales simbólicamente ha sido desde hace tiempo supuesta por los psicoanalistas como adquiridos con la relación con el objeto primario. El niño pequeño aprende acerca de la naturaleza de los estados mentales y aprende a representar simbólicamente estados mentales específicos.

 

Cuando Odine se sintió aterrada por la situación que estaba viviendo recurrió a una experiencia tranquilizadora como era la voz, el idioma y las canciones de su abuela. Huellas que quedaron en su memoria como experiencias tranquilizadoras capaces de ser recuperadas como “rescate” y convocadas para evitar su derrumbe frente al pánico.

Para Stern el modo más importante de compartir experiencias subjetivas es el aspecto de la intersubjetividad que denomina “sintonización afectiva”, término que me parece muy interesante, a través de él se constituye el apego y el sentimiento de seguridad como precursor para el sentimiento de intimidad psíquica que veremos desarrollado ya en el adulto. Lo realmente importante de este proceso es entender que este es el factor clave para detectar las correspondencias, crear la intersubjetividad, la capacidad básica para interrelacionarse con los demás y consigo mismo, de autoregularse y de mentalizar

La intensa excitación divide la memoria en varios elementos somatosensoriales aislados, en imágenes, estados afectivos y sensaciones corporales, así como en olores y sonidos. Estos  recuerdos implícitos concuerdan con la experiencia real, pero no pueden al principio ser integrados en esta forma a una memoria narrativa.La existencia de una memoria del trauma específica, en que los recuerdos traumáticos se preservan de un modo distinto que un recuerdo autobiográfico explícito

Esto lleva a que los recuerdos traumáticos sean no simbólicos, inflexibles e inalterables, ya que durante el suceso traumático el self es eximido de su carácter de autor de la experiencia. La esencia de esta concepción es que el trauma se caracteriza, de hecho, por una precisión atemporal y simultáneamente literal. El trauma no se representa sino que se presenta y presentifica constantemente.

 

Se trata de un ámbito de la experiencia que es casi incomunicable: un aislamiento catastrófico, un abandono interior que no sólo paraliza al self y sus posibilidades de acción aparece una región muerta, de un no-self, donde no hay ningún otro capaz de infundir empatía. En estos momentos solo hay la experiencia vivencial de sostén

 

He tomado esta paciente para presentar en este trabajo, por el impacto que sentí acompañándola en su proceso, he atendido pacientes atravesados por la vivencia de un acontecimiento traumático  y observado ,como elemento en común, que  las huellas del objeto primario, objeto de apego , dejan la marca sobre la que se apoyara la situación traumática.

Las figuras de apego dejan una marca, huella inconsciente. “lo sabido no pensado “donde se situaría el núcleo de la vivencia traumática, más allá de lo que el hecho implique.

Si esa huella tiene la marca de sosténdel apego seguro, el sujeto tendrá recursos para recuperarse de la situación traumática.

Cuando ha habido  fallas en el encuentro con los otros, deseos de muerte, odio del otro significativo, lo que dificulta la constitución subjetiva y deja al niño en una situación deindiscriminación y de confusión, la situación  traumática dejara una vivencia desestructurante muy difícil de superar. La regresión que provoca la vivencia traumática llevará al sujeto al encuentro de las vivencias de no-integración primarias dejándolo en la más absoluta soledad aniquilante.

Winnicott nos dirá “El objeto es creado, pero debe estar allí para ser creado y catectizado y ese estar ahí implica sobrevivir a los ataques”. Los conceptos de espacio potencial y objeto transicional dan cuenta de ese territorio fronterizo entre la representación de la ausencia que permite la alteridad y la indiscriminación con el objeto. 

Me parece útil pensar la clínica de hoy desde  las fallas precoces en su aspecto desligador, desmantelando y dificultando el trabajo de simbolización, de representación, impidiendo así configurar la alteridad.

Objetos primarios, que no cumplieron la función “reverie” que fallaron en la posibilidad de especularización, dejan al sujeto sin elementos internos para enfrentar y organizar el dolor.

Odine tuvo la marca, la huella de una abuela que con su ternura, en su idioma le entrego un tejido contenedor para enfrentar el sufrimiento, ese sostén la contuvo en su primera infancia y la volvió a cobijar en el padecer traumático que vivió en la adultez.

 

 

BIBLIOGRAFIA

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